ENTREVISTA ALFONSO OSORIO / 15 - 11 -04
(Foto: Archivo)
Alfonso Osorio García, nacido en Santander, 81 años, abogado del estado. Ha ocupado varios cargos en política, como ministro de la presidencia en el gobierno de Arias Navarro, vicepresidente segundo del gobierno y ministro de la presidencia en el gobierno de Adolfo Suárez, fue su asesor hasta 1978. Senador en la legislatura constituyente y diputado por Madrid en dos legislaturas y por Cantabria en una tercera. Numerosas condecoraciones como la Gran Cruz del mérito civil o la Gran Cruz de Isabel La Católica.
-Cuando el rey nombró a Adolfo Suárez presidente del gobierno usted le facilitó a Suárez una lista que usó para la formación del gobierno ¿es cierto que quiso contar con Fraga y Areilza?
No. En esa lista fueron ministros: Marcelino Oreja, Landelino Lavilla, Eduardo Carriles, Enrique de la Mata y Andrés Reguera entre otros. Pero con Fraga y Areilza no quise contar, de hecho dimitieron los dos cuando Suárez fue presidente del gobierno. Estaban los dos en el primer gobierno de la monarquía presidido por Carlos Arias, pero como los dos dimitieron yo decidí contar con mis amigos, la mayoría de ellos vinculados a la asociación de propagandistas, al CEU y al colegio mayor de San Pablo.
-Concesión de amnistía en el Primer Consejo de Ministros de La Coruña y después oficial en el presidido por el rey ¿Fue esta amnistía el primer paso a una mayor libertad de partidos y formación de lazos de unión entre ustedes?
Si. El Consejo de Ministros presidido por el Rey oficializó una amnistía que aprobamos anteriormente, pero teníamos un gran interés en que el Rey presidiese ese consejo. Fue el primer acto político tras la declaración de gobierno que hizo Suárez y teníamos el propósito de que se iniciase lo que luego se denominó la reconciliación nacional.
-¿Vio de relevancia social la renuncia del monarca a la designación de obispos? ¿mejoró aún más la relación entre Iglesia y Estado?
Desde un punto de vista de la sociedad española pasó bastante desapercibido, pero indudablemente fue importante que el Rey renunciase a su derecho de presentación de obispos que habían tenido siempre los reyes españoles e incluso el general Franco. Concederle a la Iglesia la libertad absoluta para esa legislación, desde el punto de vista España y el Vaticano tuvo una gran importancia, pero desde la opinión pública del pueblo español la tuvo menos.
-En Agosto del 76 aparece el PCE en Roma. Usted adoptó una posición prudente, y José Mario Armero lo sitúa como enlace del gobierno para establecer un diálogo con Carrillo, ¿qué fue lo más preocupante del PCE?
Yo fui amigo de Pepe Mario Armero y quien lo buscó para que se entrevistase con Carrillo en la costa azul con el consentimiento de Suárez y del Rey.
Desde el primer momento queríamos tener el propósito de establecer esa relación de consulta. Santiago Carrillo nombró otro representante para conectar con el gobierno, que generalmente contactaba conmigo.
Mi posición de prudencia se debía a otros motivos, era porque como Suárez en una reunión que había tenido con los capitanes generales, les había dicho que por ahora no pensaba legalizar el PCE, cuando se produjo esta legalización yo sostenía la teoría de que debíamos tener cuidado con la reacción militar que se podía producir, ya que podíamos por tanto poner en peligro la Reforma Política que elaborábamos. No nos preocupaba la posición del PCE porque Santiago Carrillo en conversaciones con Suárez aceptó la bandera bicolor, tradicional de España. Aceptó la monarquía y eliminó los obstáculos modificando los estatutos de su partido para que no fuesen totalitarios, aceptando así todas las propuestas de Suárez.
-¿Qué papel jugaron en el proceso de gobierno junto al Tribunal Supremo para la legalización del PCE?
Lo que sucede es que la ley que nosotros habíamos elaborado de partidos políticos consignábamos que si en algún momento teníamos alguna duda se debía devolver al Tribunal Supremo. Pero por eso era necesario que existiese un dictamen de juristas que yo solicité insistentemente, y Suárez solicitó un informe a la junta general de fiscales que manifestaron que con los estatutos que el PCE había presentado era posible la legalización, entonces Suárez procedió a su legalización.
-“Fueron momentos de gran tensión”, decía usted cuando el ministro de marina, Pita da Veiga, dimitió de su cargo ¿Suárez no fue del todo claro con el consejo superior del ejército?
En aquel momento, lo que sucedió fue que el General Gutiérrez Mellado negó lo que yo le voy a afirmar, pero lo que digo yo es la verdad. No explicó a los ministros militares lo que iba a suceder, ni al ministro de marina, ni al del aire y entonces el de marina presentó su dimisión. Al presentarla, algunos ministros civiles también lo intentaron, ministros civiles que después de una larga conversación con el que los representaba retiraron su dimisión. Aquello hubiera sido aquello muy grave porque se habría abierto una gran crisis. El consejo superior del ejército manifestó su disgusto porque habiéndole hablado Suárez antes de la Reforma Política, cómo se iba a hacer, no hubiesen tenido conocimiento de la legalización del PC. Pero finalmente las cosas se resolvieron como yo he escrito en alguna ocasión: “porque Dios es bueno y el Rey actuó con inteligencia”
-¿El papel de Gutiérrez Mellado fue el causante de esta escisión?
El que no habló con los ministros militares aunque el dijera que sí habló, porque naturalmente aquí hay una palabra contra palabra. Pero son palabras de tres ministros militares de una gran caballerosidad, frente a otro militar que era el vicepresidente el gobierno. Yo naturalmente y con harto sentimiento de mi corazón, entre la opinión de uno y la de tres que coinciden, creo a los tres.
-¿Cómo vivió el inicio de las bases de UCD? ¿en qué consistieron?
El partido llamado de la democracia cristiana, que presidía Fernando Álvarez de Miranda, se fusionó con una gran asociación política con muchos militantes, miles de militantes, en la que estábamos Federico Silva y yo. Pero Federico se fue a AP con Manolo Fraga y otros, y la mayoría de UDE, que era demócrata cristiana, me siguió a mí y se fusionó con el partido demócrata cristiano que fue uno de los cimientos de las bases de UCD.
-No estuvo nunca oficialmente afiliado oficialmente en la política de UCD ¿es contradictorio llevar a cabo una coalición que da como resultado algo en lo que profundamente no cree?
No. Yo estuve afiliado a UDE, que era una asociación que venía desde los últimos tiempos del Régimen de Franco. De UDE, su mayoría se fusionó con el PDC que presidía Álvarez de Miranda, y tomaron el nombre de PDC, y ese partido se integró en la UCD. Es cierto, no estuve nunca afiliado a la coalición de UCD, estuve afiliado al PDC.
-¿Pero creía en esa coalición?
Yo creía en la coalición, pero no en el partido único, yo no entendía ese partido único con demócratas cristianos y al mismo tiempo, por ejemplo, los social demócratas de Francisco Fernández Ordóñez, él fue quien provoco disensiones en el partido. Posteriormente sería él quien hizo aprobar la ley del divorcio y terminó en el partido socialista de ministro de asuntos exteriores.
-Usted fue la mayor ausencia en el segundo gobierno de Suárez ¿eran tantas las diferencias? ¿cómo pudo despegar una coalición tan heterogénea?
El problema es muy sencillo y la pregunta acertadísima. Los que debíamos haber formado la coalición éramos el PDC, procedentes de la Unión del Pueblo Español, que en su tiempo presidió Suárez, y algunas otras pequeñas formaciones como la de Meilán. Pero lo que fue un verdadero desastre fue la incorporación a UCD de los social-demócratas de Fernández Ordóñez, un socialista en potencia, y es normal que socialistas y demócratas cristianos no puedan estar en un mismo partido, así Fernández Ordóñez se fue del partido rompiéndola en cuarenta pedazos. Cuando formó el segundo gobierno Suárez, a mí me dijo que iba a gobernar en el centro izquierda, en fin, social-demócrata. Yo le contesté que no había sido social-demócrata en mi vida, que no lo era y que no iba a serlo jamás, que era un demócrata cristiano. Si se gobernaba por tanto con criterios izquierdistas de la social-democracia, no quería que contasen conmigo y me aparté. Y como Adolfo decidió gobernar con los criterios de ellos, ya no contó conmigo y aquello terminó funcionando mal y disolviéndose como un azucarcillo en un vaso de agua. Esto es la verdadera historia y lo que se llama coherencia política y personal.
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